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Allí la zona de Teruel…Joder aquello fue de escarnio con el frío, la nieve, heridos, no podían ni…ni…ni…ni llevarlos de la cantidad de heridos.[1]

Con apenas 21 años las circunstancias del tiempo que le tocó vivir a  Ángel Durana, le condujeron a una de las más cruentas batallas de la Guerra Civil. A un infierno de hielo y plomo que duró poco más de dos meses.

El comienzo de la contienda le cogió en el caserío donde se había criado junto a sus hermanos en Belandia (Orduña, Bizkaia); por allí comenzaron a llegar en los primeros días milicianos que provenían de Bilbao, Barakaldo o Sestao.

Bueno pues a ver lo que pasa y empezaron a venir por allí milicianos a requisar escopetas y armas porque no había fusiles aquí.

Con el transcurso de los meses el frente de guerra se fue estabilizando muy cerca del caserío y fue movilizado para el transporte de material, que con un carro de bueyes, acarreaba hasta los emplazamientos de trincheras y nidos de ametralladoras.

Más adelante, en mayo de 1937, es movilizado por el Ejército de Euskadi y encuadrado en el Batallón Aralar. Por fortuna el batallón se despliega muy cerca de su casa en el cercano valle alavés de Ayala/Aiara; concretamente Ángel ocupa las posiciones ubicadas en la ermita de La Virgen del Nogal de Etxaurren (Menoio, Araba) lo que le permite acudir asiduamente a visitar a sus padres.

Caído Bilbao el 19 de junio de ese mismo año, en los sucesivos días Llodio, Amurrio y el valle de Ayala van cayendo también en las manos de las tropas rebeldes.

…mandaron evacuar Belandia, Mendeika y todo aquello; y yo pues cogí el ganao de mi casa y de mi hermana, que estaba casada allí, el cuñao pues andaba haciendo trincheras y lo llevaron pa Santander; y entonces pues yo bajé hasta Izoria donde una tía que tenía el ganao.

(…) yo me quedé allí que…y coño ya a la mañana vi que los del batallón mío marchaban por la carretera abajo evacuándonos. Y yo dije “Joder yo no marchaba ahora “pallí””. Ya veíamos que estaba termi… que la guerra estaba terminando; ya Bilbao y todo estaba…eso. Y así me quedé.[2]

Lo que en esos momentos Ángel no llegaba a adivinar era que para él la guerra todavía no había finalizado. En agosto fue nuevamente movilizado pero esta vez por el bando que había estado combatiendo.

Después de pasar por Cantabria y Asturias realizando más bien labores en retaguardia su batallón fue acantonado en Llanes, muy poco les duró el asueto. El 15 de diciembre el Ejército Republicano da comienzo una importante ofensiva con la que se pretende tomar Teruel y liquidar de este modo el saliente que como un espigón se introducía en territorio controlado por la República y que los Nacionales mantenían escasamente guarnecido.

Daba comienzo una formidable batalla que se extendería hasta el 22 de febrero de 1938 donde la omnipresencia de las bajas temperaturas[3] fue la tónica general.

A los pocos días de iniciada la ofensiva Ángel Durana recaló en Monreal del Campo, población situada a 58 kms de la capital de provincia.

…nos dejaron bajar allí y eso y una nevada de la puñeta había. Y allí andar y andar aquella noche, callando, callando… no se veía nada. Pero a la mañana siguiente pues ya nos subieron a un monte y no sabíamos ni donde estábamos ni nada; todo…unas trincheras había y nevao.

…allí nos tiramos casi un mes; ya luego se fue avanzando, cogiendo terreno; pasamos el río alrededor de Teruel[4], llegamos todos mojaos y fuimos hasta…cago en Dios bendito!!…Si, unos 20 kms más allá de Teruel, a Caudé.

Es herido en una pierna en el transcurso de los combates

me curaron y me dejaron en el puesto de mando al cuidado de la munición. Y a medianoche pues empezaron a traer unos muertos, unos cadáveres allí. Y claro del batallón, de otra compañía pero bueno; le quito la manta a uno y me cago en diez fulano. Tenía frío yo y quité la manta y me tuve que tapar con ella. ¡Me dio un escalofrío terrible el ver a aquel pobre allí!.

Y no es para menos, muchos de los soldados que fallecieron en la batalla fue por congelación y no por las balas enemigas. Los más afortunados sufrieron la amputación de alguna de sus extremidades.

Pero cuando más miedo pasó el joven soldado fue una noche que lo asignaron como escucha. Los escuchas se encargaban de permanecer ocultos durante la noche por delante de las trincheras propias para advertir de la llegada de un ataque o golpe de mano enemigo.

 la consigna es que pues coger una bomba de mano si es que hay algún contrario y tirar patrás[5]

Las horas transcurrían con parsimonia para los escuchas, se antojaban eternas en mitad de la nada solos con su miedo y sus pensamientos.

Estaba en un sitio pues y había unas matas, enebros, así de esta altura así (indica con la mano hasta la cadera). Y yo estaba quieto ahí y oía algo que se movía. Claro cuando te vas fijando a una cosa parece que se mueve el enebro y yo oía un ruidito “tatata, tatata, tatata”. Joder, los pelos de punta tenía. Y yo decía “¿Qué va a hacer este?”; y cada vez el ruidito sentía más. Y digo “Voy a acercarme a ver”. Y ya cuando me iba acercando ahí… Rrrrrrrriiii!! Un conejo que sale del enebro que andaba allí escarbando..Me cago en la leche, y dije “Ahora si que he quedado tranquilo”. Cogí la bomba de mano la dejé otra vez aquí en esto y me tumbé en el suelo.

Ángel Durana se ríe ahora al contar la anécdota. De Teruel recuerda sobretodo el frío, el duro invierno y las temperaturas que cuando caía la noche se tornaban aún más crueles. Muchos de sus compañeros amanecían congelados y como nos comentaba en líneas anteriores quitaban a los muertos las mantas que los cubrían pues ellos ya no las necesitaban.

Las tropas Nacionales tomaron definitivamente Teruel el 22 de febrero de 1938, la última carga de caballería de la historia militar española fue decisiva para doblegar la resistencia republicana. Ocurrió en las inmediaciones del río Alfambra el 7 de febrero, una división de caballería, unos 3000 efectivos, al mando del general Monasterio cargaron contra las defensas republicanas provocando una desbandada que a la postre les permitiría penetrar unos 20 kms[6] y decantar la balanza de la batalla.

 

 

 

 

[1] Entrevista realizada por el autor a Ángel Durana el 28/12/2010

[2] Ibidem.

[3] Los termómetros llegaron a alcanzar los –30 grados.

[4] No especifica si se trata del Turia o del Alfambra.

[5] Palabras de Ángel Durana en la entrevista realizada por el autor.

[6] http://www.grandesbatallas.es/batalla%20de%20teruel.html

Sergio Balchada