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El pasado mes de diciembre dedicábamos un artículo a la figura del alfaqueque (https://elgajedeloficio.wordpress.com/2020/12/02/la-figura-del-alfaqueque-en-la-extrema-durii-medieval-hispanica/). La alfaquequería es toda una institución en a frontera peninsular medieval cristiano-musulmana, se ocupa de las negociaciones para la liberación de cautivos en territorio nazarí.
En el presente artículo no vamos a abandonar esta frontera para presentar a otra institución que nace, precisamente, a la sombra de los límites de los reinos de Castilla y de Granada. En ese impreciso pedazo de territorio propicio para, según se dice en la Edad Media, correr la tierra del vecino en incursiones de saqueo. Nos referimos a los fieles del rastro o ballesteros del monte (así conocidos en Murcia) al servicio de los alcaldes de la frontera y por encima de éstos del alcalde mayor de la frontera. Aquellos cuya magistratura se encarga de dirimir las querellas que puedan surgir en la convivencia entre musulmanes y cristianos. El cometido de estos rastreadores es seguir los rastros de los almogávares de tierra de moros que entran a fazer mal e daño a los nuestros regnos (Ruiz, 2020).