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Una de las peculiaridades de la Guerra Civil es el evadido de campo contrario. Muchos combatientes, de uno y otro lado, se veían forzados a luchar en la facción contraria a sus sentimientos o ideología. Principalmente porque el territorio en el que se encuentran, cuando da comienzo el conflicto, queda bajo el dominio de las fuerzas contrarias a su credo político.
Para muchos el planteamiento de tratar de alcanzar las líneas que tienen enfrente, y así pelear junto a los suyos, se convierte en la meta deseada.
La profusión de evadidos o pasados llega a resultar elevada y el soldado que está en primera línea desconoce en la mayoría de los casos como debe actuar ante esta situación. Muchos de ellos pertenecen a la milicia, no son militares y por lo tanto se encuentran con una situación nueva que no saben gestionar.
Por ello al combatiente se le debe enseñar los protocolos pertinentes para resolver estas situaciones y orientarlo para evitar errores que puedan comprometer a su unidad o revelen información del campo propio al enemigo. En este sentido se hace llegar a los batallones una circular que lleva por título: Máximas para todo miliciano en campaña (AHE/EAH.PS Bilbao, 0116, 012). En el citado documento se puede leer: