Arçobispo si bos me tubiesedes preso como yo vos tengo a bos que hariades?, y el dicho señor Patriarca le respondiera que se le tubiese como el lo tenia que le cortaria la cabeça… (Rodriguez, 1984)
La situación es ciertamente tensa. El arzobispo compostelano Alonso II de Fonseca se halla en una tesitura complicada, aún así no abandona su natural actitud arrogante. Frente a él, en sus aposentos, encontramos a Bernal Yañez de Moscoso señor de Altamira. El noble a la cabeza de çincuenta escuderos y quinientos peones irrumpe en audaz incursión una noche de finales de 1464 o bien principios de 1465 en la villa de Noia (A Coruña). En el palacio de El Tapal, propiedad de la mitra compostelana, duerme el arzobispo Fonseca junto a los doçientos de a cavallo que conforman la tropa que lo acompaña para restituir el poder de la mitra bastante mermado por aquel entonces. El señor de Altamira arranca al confiado religioso de su sueño y del calor del lecho. De hecho Fonseca tardará mucho tiempo de disfrutar de tales comodidades alrededor, más o menos, de dos años. Los mismos que los Moscoso lo van a mantener preso hasta su liberación a principios de 1467.